Uno podría referirse a ella casualmente como una «señora del queso». Al fin y al cabo, la Sra. G. Kuijl-Verboom se dedica al queso. Sin embargo, imaginarse a una «señora del queso» podría evocar la imagen de una mujer que vende queso aquí y allá, quizá en un mercado. Y ahí radica la diferencia: cuando uno se entera de que alguien tiene 360.000 kilos de queso en stock, es difícil seguir llamándola «señora del queso». De repente, nos encontramos ante grandes cifras, que recuerdan a la venta al por mayor o a cualquier empresa importante. Porque es un negocio importante, y la señora Kuijl-Verboom es, sin duda, una mujer emprendedora.
Reside en Nieuwpoort, cerca de Alblasserdam, en el Alblasserwaard. Si abriera un atlas inmediatamente, no buscaría el infame Nieuwpoort de la batalla de 1600. Por cierto, ese Nieuwpoort no está en el Alblasserwaard. Eche un vistazo a lo largo del Lek; allí encontrará Schoonhoven, y justo enfrente de Schoonhoven hay una ciudad fortaleza especialmente pequeña.
Así es Nieuwpoort, según los expertos, la ciudad fortaleza más pequeña de Holanda. Una serie de casas sobre un dique, un pequeño puerto que se adentra en el Lek. Es un lugar tranquilo y apacible, con barcos que pasan navegando por el río.
Comercio próspero
El almacén de la Sra. Kuijl-Verboom es mucho más ajetreado. Hay muchas cosas en marcha bajo las laboriosas manos de esta mujer, merecedora de respeto por su robustez. Dirige un negocio próspero.
El comercio de quesos se ha enfrentado a retos en el pasado. Sin embargo, Kuijl-Verboom no se rindió. Con una energía desbordante y una actitud firme, resucitó el comercio del queso. Y de qué manera. Miles de quesos pasan por sus manos cada año y, con la ayuda de cuatro empleados, mantiene el negocio en perfecto funcionamiento.
Una mujer decidida, esta viuda Kuijl-Verboom, que sabe que el comercio de quesos, o mejor dicho, el almacén de quesos, es mucho más que eso. En realidad, se trata de dos conceptos totalmente distintos. Porque se puede comerciar con queso sin tocarlo nunca. Quien tiene un almacén de quesos sabe que las cosas son muy distintas. La Sra. Kuijl-Verboom también lo sabe. En su almacén, el queso sale al cabo de un tiempo, más o menos «envejecido». De ahí las grandes existencias de queso, de hasta 360.000 kilos. Sólo contarlos llevaría un tiempo considerable. ¿Y pensaba que el queso se quedaba ahí un rato para envejecer con gracia? No, hay mucho trabajo detrás. Cuando llegan los quesos, son blandos y jóvenes. Y al igual que un bebé no debe permanecer mucho tiempo tumbado del mismo lado para evitar deformaciones, lo mismo ocurre con los quesos frescos y jóvenes. Por eso, los quesos nuevos, como se dice en el sector, deben voltearse al cabo de un tiempo; de lo contrario, aparecerán abolladuras y manchas extrañas. El volteo se realiza con regularidad. Tendrá que hacerlo, voltear todos esos cientos de quesos cada dos semanas. Y no basta con dar la vuelta a los quesos, también hay que pasarles un trapo y limpiarlos con regularidad, prevenir la aparición de moho, etcétera. La Sra. Kuijl-Verboom lo sabe todo. Sabe exactamente qué quesos hay que voltear, limpiar o vender. Y ni que decir tiene que puede utilizar a esos cuatro empleados para su negocio.
Además, esos quesos deben ir provistos de una especie de funda de plástico, ya sabe, esas capas protectoras que siempre llevan los quesos.
Entre quesos
Es comprensible que entre en juego toda una administración. La Sra. Kuijl-Verboom, de Nieuwpoort, se ocupa de todo, aunque algunos quesos puedan estar allí un año.
Así que la Sra. Kuijl-Verboom trabaja largos días, semanas y meses entre todos esos miles de quesos. El negocio ha crecido, hasta que ella decidió que ya era suficiente. Los almacenes no necesitan ser más grandes; el negocio va bien.
Pregunte en Nieuwpoort por esa mujer de los quesos. «Ah, se refiere a la viuda Kuijl-Verboom», dirá inmediatamente todo el mundo. Y algunos reconocerán un tono de respeto hacia esta robusta mujer de negocios de Nieuwpoort.